domingo, 9 de diciembre de 2012

Pedofilia, pedofilias "El psicoanálisis y el mundo del pedófilo" (Toma 1ª)

Cosimo Schinaia, prestigioso psicoanalista y psiquiatra, ha escrito y publicado un hermoso libro sobre este árduo y controvertido tema, del que los medios de comunicación presentan su lado más oscuro y siniestro.
Las inscripciones para descifrar el contenido, cual sello de las tumbas egipcias, son muy acertadas y reveladoras de un sugerente y fantástico viaje por la Historia de la sexualidad más "residual" de la naturaleza humana. Una certera aproximación al inconsciente colectivo, a los arquetipos junguianos, a los tropismos bionianos.

El sello de acceso, cual advertencia disuasoria para viajeros con inclinaciones voyerísticas o coto vedado para perversos dedicados (Meltzer), se abre con estas dos claves, tan sencillas como diáfanas:

"Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres"   San Juan 8.23
"Un sano desarrollo mental parece depender de la verdad igual que el organismo vivo depende del alimento. Si la verdad falta o está incompleta, la personalidad se deteriora".   W.R.Bion  (Transformaciones)

Cosimo deja bien claro que hay acercamientos pedófilos de muy distinta naturaleza, como de alguna manera, añado yo, también se dan en la heterosexualidad, considerada socialmente, como la más frecuente o ajustada al sentido común. En el extremo menos lesivo sitúa la pedofilia "amable" como la que aparece encarnada en el personaje de Gustav Aschembach, en Muerte en Venecia de Thomas Mann (1912), que se enamora del joven Tadzio, sumido en la turbulencia emocional de haber perdido a sus seres queridos. Un hombre atormentado por su crisis de creatividad y un manifiesto deterioro físico. Libro que fue llevado al cine y cuyo protagonista fue magníficamente interpretado por un maduro Dirk Bogarde y una hermosa, madura y elegante Silvana Mangano, soberbiamente dirigidos por Luchino Visconti.

Cosimo nos quiere mostrar que, entre este enamoramiento que Gustav vive perdido y confuso entre su realidad, sus sueños y movimientos delirantes o, el de esos otros perversos paidófilos que se comportan de forma devastadora para la integridad del infans, hay un gran abismo, sin que ello sirva para justificar ni al "amable" ni al "psicopatón".

Se me ocurre que Gustav vuelve de alguna manera a los orígenes de toda vida y creatividad: el impacto estético de la belleza de la madre y el mundo (concepto meltzeriano), pero encarnado en Tadzio, la sublime belleza que atrapa el tiempo en una imposible  eterna instantánea.

"Dejad que los niños se acerquen a mí" Jesucristo (Toma 2ª)

También Jesucristo reclamó la cercanía de los niños cuando exclamó: dejad que los niños se acerquen a mí. Pero no para abusar de ellos, naturalmente.
Opino que no es bueno demonizar el tema pedófilo como lo están haciendo los medios de comunicación, mostrando únicamente su lado criminal, dañino o mortífero, algo parecido a las nefastas consecuencias de asociar SIDA con sexualidad. Ser prudentes en el ejercicio de nuestra sexualidad no presupone eliminarla. Amar a un niño/a no es perversidad de por sí, lo serían los actos, en función de su alcance y el grado de libertad y daño psíquico o físico que causen o infrinjan. Una de las consecuencias más graves cuando está actuada la sexualidad entre un adulto y un infans es que queda fijado a la experiencia en una especie de mortífera repetición, que completa el círculo, pasando de víctima a abusador en los niños y algunas otras variaciones en las niñas, que condicionan la futura expresión de sus afectos y la calidad de sus encuentros sexuales.

Algunos adolescentes o adultos pueden experimentar sentimientos de tipo pedófilo, que ellos mismos viven subjetivamente como llenos de ternura y amor hacia el sujeto niño/a, sin ninguna intencionalidad de causar daño. Para ellos es importante que puedan pensar esas emociones sin asustarse ni sentirse unos canallas. La vivencia de criminalidad te aleja de una posible ayuda psicológica cuando hay incertidumbre sobre la persistencia de determinadas conductas o inclinaciones. Algo de tipo ocasional o pasajero, podríamos cristalizarlo o enquistarlo, alejándolo de los nutrientes mentales, que tienen que ver con la verdad y la sinceridad.

Todos tenemos núcleos psicóticos sin merecer el diagnóstico de psicótico, al igual que podemos cometer alguna infracción o saltarnos alguna norma, sin ser delincuentes. Algo semejante a cuando tenemos pensamientos criminales hacia alguien, sin que ello nos convierta en asesinos.

Algunos niños son proclives al acercamiento homosexual debido a las carencias afectivas sufridas, siempre acompañadas de importantes niveles de abandono y desfallecimiento por parte de padres o tutores. Criminalizar el tema o estigmatizar a sus actores nos va a impedir abordar esta problemática en todas sus posibles vertientes y múltiples implicaciones.

Se trata, en definitiva, de un magnífico libro, muy serio y bien trabajado, que hará las delicias de los profesionales de la psicología y de todos aquellos a quienes, esta variante de la sexualidad humana, callejón sin salida y alejada del crecimiento mental, haya suscitado algún tipo de curiosidad o controversia. Que aproveche.