lunes, 16 de noviembre de 2009

Alzheimer

A mi nuevo padre de los viejos tiempos.


¿En qué lugar de los ínferos
prendiste en mi tu belleza,
en qué cielo agita su estela
el cometa que me atraviesa
cuando tu piel con la mia tropieza?


¿Dónde arraiga el estremecimiento
que mi alma entera llena
de cráteres diminutos
y dulces cantos de sirena;
de dónde viene si el pensamiento
cuando acude a las entrañas
ya el dolor cerró la entrada?


¿Cuántas veces muere uno en el alma
antes de morir en el cuerpo,
cuántas veces el mar
avanzó retrocediendo;
cuántos años a la muerte
la venimos desmintiendo?


¿Recuerdas padre
cuando escapabas por el ventanuco
para disfrazarte de noche noche?
Esos luceros entre luz mortuoria
saben ya de tu regreso
al verde crisol de los espejos,
al bosque azul de los reflejos,
y entienden debido a eso
tu desafección por la memoria,
ahora que las palabras nacen sin dejos,
ahora que tu mirada se quedó a lo lejos,
allá donde embarcó el último beso,
allá donde te vas sin pena ni gloria,
pero sólo llegan las personas buenas.

José Toledo. 2009. Dedicado a mi padre con quien padecemos de Alzheimer.

lunes, 19 de octubre de 2009

"Fort...Da"

Los columpios dejan caer sus brazos
agotados del esfuerzo
por no hundirse en la arena,
y nostálgicos de no salir corriendo
tras la espuma y las risas de los niños,
abstraidos en sus juegos, siempre perversos.


Pesa mucho el manto del invierno
cargado de lentejuelas de hielo
desde que Cronos decretó cadena perpetua
para sus huellas sobre el hierro;
sólo el tren perturba su soledad,
hecha de viento y la mar de silencio.


Para que el columpio avance "Fort"
y regrese "Da", el cuerpo del muchacho
debe permanecer muy quieto
y la ausencia de la madre,
poner su fantasía en movimiento.


...Juego a que mamá
se va y regresa,
mientras yo me columpio
con ansiedad de perderla...


El invierno es el taxidermista del tiempo,
torna en crisálidas la sangre
y viste la playa de desierto,
paso con el tren y me contemplo
a mi mismo guardando turno
tras el niño del carretel.


...Juego a que mamá
se va y no vuelve,
mientras me balanceo
en el regazo de la muerte...


José Toledo. Poema dedicado al niño del carretel, nieto de S. Freud, recientemente fallecido.

martes, 13 de octubre de 2009

Autismo

Con mi yo mirada
te atravieso como una daga
lo hace con el papel

cuento hasta seis

una imagen no tiene interior
ni geografía precisa
el universo placenta

cuento seis del revés

si lengüeteo sobre tu piel
no puedo escucharte a la vez

escupo en tu regazo

me retumba un avión en los labios
y cuento mis dedos con los pájaros

cierro los ojos y ya no existes

beso el agua y se me escapa
tal vez quien me pintó el cielo
olvidó de dar la segunda capa.


José Toledo. (poemas de contenido psicológico) 2006

sábado, 12 de septiembre de 2009

¿Estamos en otra especie de Sodoma y Gomorra?

Convengo con el profesor y filósofo Norbert Bilbeny en que más que una crisis de valores nos encontramos ante una gran crisis normativa.Nos saltamos a la torera todo tipo de normas y convencionalismos sociales, si bien es cierto que esas mismas personas que las infringen, pueden tener perfectamente preservados lo esencial de los grandes valores humanos.
Uno de los hechos explicativos proviene de la devaluada concepción que tenemos del prójimo, de ese “otro” que más que el posible amigo o compañero con el que colaborar, aparece como el contrincante a batir o un obstáculo en el camino de nuestra ambición personal.
El encuentro amoroso y las relaciones de pareja no se libran tampoco de estos fenómenos psico-sociales.Por doquier se escuchan comentarios del estilo: “anda que si volviese a pillar los 20 tacos me iba yo a casar, me pasaría el día f…..(se imaginan) con unas y con otras, como hacen ahora los jóvenes.”¿Nos hemos perdido alguna bicoca las generaciones de los 50 y anteriores?.
Cuando dos jóvenes se acaban de conocer en una discoteca y después de desinhibirse con la ayuda del alcohol y las drogas o sin ellas, se van a tener relaciones sexuales hoy contigo y mañana con otro-a sin poder salirse de ese guión ¿es eso hacer el amor o tiene más que ver con la masturbación? ¿no se estarán utilizando mutuamente? ¿no se estarán ofreciendo ambos como objetos sin que nadie actúe como sujeto? ¿no se estarán calmando las recíprocas angustias existenciales?
Después de un período de este tipo de actuaciones ¿no deja una sensación de vacío, de hastío y de mayor confusión aún respecto a nuestra propia identidad? ¿no estarán asustándose y desencantándose los chicos y desvalorizándose ellas, ofreciéndose tan a la ligera?
En la cultura de la inmediatez también le negamos el tiempo al amor, ese espacio-momento mágico en el que nos adentramos en los límites del otro, de esa belleza que nos ha impactado y que nos invita al cortejo, a la caricia de la mirada, a la observación del mínimo detalle, a las aproximaciones y alejamientos consentidos y deseados por ambas partes.
Todo ese juego tan necesario, pues no olvidemos que cuando dos cuerpos se unen, también lo hacen sus respectivas mentes, psiquismos que para alcanzar el auténtico goce que provee la capacidad de amarnos y que va más allá del orgasmo, nos demanda generar vínculos en ese encuentro, no huir del compromiso, el respeto y cuidado del otro, la construcción de algo más sólido y concreto que la intrusión violenta en el interior de otra persona.
Estas relaciones basadas en la continua promiscuidad e indiferenciación, ni ayudan a madurar, ni llenan, ni satisfacen plenamente, no son más que otro engañoso “remedio” autocalmante para una sociedad que no tolera el dolor psíquico que conllevan la muerte , la vejez, la espera o la frustración.
Tampoco quiero transmitir un mensaje excesivamente pesimista, pues el “cuerpo social” al igual que el humano, posee su propio sistema inmunitario, lo que permite que junto a una juventud que se extravía, exista otra que con sus ideales, sus sueños e ilusiones, luchan para que la vida tenga sentido y podamos seguir gozando de la belleza del mundo.

José Toledo.

La violencia y la no escucha

La no escucha es una actitud generadora de violencia. Cuando esa no escucha va dirigida a nosotros mismos, se convierte en una fuente de conflictos internos; de hecho, los síntomas psicológicos son una forma “violenta” de tratar de resolverlos.
Escuchar va cualitativamente algo más allá que “oir”, significa ofrecerse como continente de lo que viene del otro y aceptar la posibilidad de ser modificado o transformado por dicha comunicación.Saber escuchar a los hijos es muy importante para poder dinamizar los conflictos, sean de tipo escolar, familiar o de índole personal.
Semejante conveniencia de escucha puede extrapolarse a las relaciones de pareja, laborales, de vecindad o sociales en general. Si los políticos se escuchasen en lugar de agredirse, iríamos todos mejor.
Quien no escucha impone forzosamente un modelo relacional que puede ser vivido como autoritario, abusivo o prepotente. El otro se siente agredido por la no escucha y, por lo tanto, más cercano al comportamiento violento, ya que ese movimiento interno que es la violencia, no encuentra sus cauces naturales de evacuación, a través del pensamiento, el gesto, la emoción, o una combinación de todas ellas.Los médicos “oyen” los síntomas de etiología psicológica de sus pacientes y les recetan psicofármacos que, en muchos casos habrán de tomar muchos años o de por vida, pero no escuchan la demanda real de esa persona y, raramente les recomiendan una psicoterapia.
En este sentido, los médicos que ya han abandonado la escucha en profundidad, corren el riesgo de ser sustituidos en el futuro por máquinas a las que dictaremos nuestros síntomas y nos expenderán las recetas casi simultáneamente.El suicida no siempre fue escuchado adecuadamente antes de su fatal determinación, ni tampoco el asesino “indiscriminador”, como este caso reciente de un estudiante coreano que asesinó a más de 30 colegas suyos de la Universidad de Virginia.
Llevaba mucho tiempo dando claras muestras de su inadaptación social y mostrando conductas, cuando menos preocupantes.Nadie le escuchó, ningún profesional responsable ni académico ni sanitario (psicólogo o psiquiatra) habló con él para poder evaluar el grado de deterioro mental presente en dicho sujeto o las posibilidades de un brote psicótico o cualquier otra conducta patológica.
Cuando cometió un intento de suicidio se limitaron a tenerle ingresado unos días y a despacharlo con un cóctel de ansiolíticos, antidepresivos y antipsicóticos, sin obligarle a un control de seguimiento y una psicoterapia que trabajase con él lo que le estaba pasando.
Luego ya sabemos todos lo que ocurrió, pero de eso ya casi nadie se acuerda y sólo queda esperar cuándo y dónde eclosionará la próxima tragedia y su subsiguiente ataque de “amnesia colectiva”. Si hoy percibimos más violencia que en otras épocas es debido, entre otras razones, a que la escucha ha ido perdiendo terreno a favor de las imposiciones, los abusos y el ordeno y mando.

José Toledo. Huesca , mayo de 2007